¿Alguna vez has sentido que necesitas hacer algo para que Dios te salve?
- M. I
- 10 dic
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Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda; [5] mas al que no obra, sino cree en aquel que justifica al impío, su fe le es contada por justicia. Romanos 4.4-5
En 1517, esa sensación se convirtió en un negocio. La historia cuenta que un fraile dominico llamado Johann Tetzel recorría Alemania con una propuesta irresistible pero peligrosa: podías comprar un documento (una indulgencia) para reducir años en el purgatorio, para una persona o sus familiares fallecidos.
No era un secreto menor; gran parte de ese dinero tenía un destino muy terrenal: financiar la construcción de la majestuosa Basílica de San Pedro en Roma y cubrir deudas eclesiásticas del Arzobispo Alberto de Brandeburgo.
Era una transacción. Dinero por alivio espiritual.
Pero aquí es donde la historia da un giro fascinante. Un monje agustino, Martín Lutero, leyó las Escrituras y notó que algo no cuadraba.
Y llegó a entender que el perdón no es una mercancía.
La Biblia nos muestra una realidad histórica y espiritual muy distinta sobre el costo de nuestra libertad:
No fue oro ni plata: "Sabiendo que fuisteis rescatados... no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo." (1 Pedro 1:18-19).
Es un regalo, no un salario: "Siendo justificados
gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús." (Romanos 3:24).
No depende de nosotros, fue por la Gracia de Dios. "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe." (Efesios 2:8-9).
Así que, si eres de Cristo no tienes cuentas pendientes con la justicia de Dios. (Romanos 5.1- Romanos 8.1) Pero, si no eres de Cristo, debes de saber que nada de lo que hagas para tener un buen comportamiento y ganarte el beneplácito de Dios, sirve. Isaías 64.6
Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento.
Dios te bendiga.




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